—Mira, la muerte se está apropiando hasta de los lugares públicos—. Decía mientras señalaba con el dedo. —Pero, eso es lo que la muerte hace ¿no? La muerte no necesita reglas.— Le contestó el otro.
Hablaban bajo el chirrido vaivén del columpio.
De niños solían hacerlo más seguido; hablar… Hablaban de lo que vieron anoche en televisión, de la dificultad del videojuego ese, de las ganas de crecer tener carro, dinero y una novia.
Pero crecieron y la vida de adulto no era como se la habían imaginado.
Se reencontraron en aquel mismo parque. Hablaron de cosas de señores. De sus vidas amorosas marchitas. De las cosas que vieron en internet. De lo complicado que suele ser grande en está sociedad.
Apuntó con el dedo, que el cementerio estaba cada vez más cerca del parque, más cerca de la resbaladilla, del sube y baja, de estos columpios donde jugaban a querer tocar el cielo.
Ya no sentían el mismo miedo a la muerte como cuando eran niños. Ya eran lo suficientemente maduros como para entender que iban a ser sepultados ahí, a unos cuantos pasos de aquel viejo carrucel.
Imagina estar frente a Dios al final de tu vida y darte cuenta de que todas las oportunidades que Él te ofreció para hacer una diferencia se quedaron sin aprovechar. Que cada sueño, cada idea, cada destello de creatividad que Él puso en ti nunca vio la luz porque elegiste la comodidad sobre el esfuerzo. ¿Cómo te sentirías al saber que el potencial que llevabas dentro, destinado a reflejar Su gloria, nunca fue realizado por la pereza?
Quizá una de las cosas más dolorosas sería entender que, mientras estabas estancado, otros también podrían haber sido impactados, ayudados o inspirados por lo que Dios quería hacer a través de ti, pero esas oportunidades nunca llegaron porque no las tomaste.
Me costaba respirar.
Pero seguí corriendo, a pesar del sol que quemaba mi piel, a pesar de la fatiga de mis pies.
Corría sin rumbo fijo.
Sentí placer y dolor por alcanzar el limite de mi cuerpo.
Corría para mí. Simple y sencillamente, para mí.
Entre los arboles, bajo la suave sombra, una pareja de enamorados; disfrutaban de su compañía.
De cuando en cuando les pasaba un fantasma agitado.
Los besos, las caricias, el silencio de la naturaleza opacado por el latido de un corazón enamorado.
La belleza de estar en paz, enraizado en los brazos del calor femenino, la suave sensación de escuchar quedíto en el oído: te quiero.
Ni de chiste voy a voltear.
Ni siquiera quiero amor, lo único que se sentir es dolor, así que tal vez eso es lo que merezco.
Seguí corriendo.
Siempre soñaba serpientes.
Salían sobre salitrados suelos.
Serpenteaban sobre su silueta.
Subían sutilmente sobre su ser.
Succionaban su sangre, su sudor, su saliva, su semen.
Soledad sepulcral.
Sometido.
Sofocada sensación. Sollozaba, sufría sin saber si sería salvado.
Sintió su semblante seco.
Sentencia satánica.
Sucumbió serenamente;
sobre su silenciosa
sepultura.
Me siento observado, y ya sé que nadie me ve y si me ve pues esta bien, sinónimo de que existo.
Me dicen que tengo que empezar con lo básico; “buenos días, tarde, noches”, “qué tal su día” etc. etc…
Por algo se empieza. ¿No?
Ansiedad Leve.
Sudoración: 4/10.
Interacción con desconocidos: 1
Cosas que escuché:
“Van a salir los cohetes y te vas a asustar”.
Cosas que ví: A una pareja en medio de la ausencia de ruido.
Foto de hoy:
Recomendación del hoy: Eslabon Armado - Tu me encantas.
Sairf 2024